
El spiroplasma, también conocido como “Achaparramiento del maíz”, es una enfermedad que viene afectando cada vez más al maíz en el norte de la Argentina, una zona en la que la superficie sembrada con este cereal se duplicó en pocos años. Si no se la maneja correctamente, las pérdidas pueden ser muy grandes y reducir los rendimientos hasta en un 70%.
Esta enfermedad tiene un comportamiento similar al del Mal de Río Cuarto en el centro y sur del país y la mejor manera de hacerle frente es utilizando híbridos de maíz tolerantes.
Darío Oleszczuk, ingeniero agrónomo del área de Desarrollo de Mercado de DEKALB y especialista en la enfermedad, explica que “en el NEA es donde se encuentran las zonas más grandes con alta presión, sobre todo en el centro y norte del Chaco. En el NOA esto sucede en el oeste salteño, que limita con las provincias de Chaco y Santiago del Estero”.
En total, se calcula que del millón de hectáreas que se siembran con maíz en ambas regiones, hay 300.000 hectáreas afectadas por la enfermedad.
El spiroplasma es una bacteria sin pared celular (Mollicutes) que llega a la planta de maíz a través de una chicharrita (Dalbulus maidis), que la adquirió de una planta de maíz enferma.
Oleszczuk explica que “esta chicharrita es muy específica del cultivo, en el cual se alimenta y reproduce. Puede pasar el invierno con baja actividad en otras gramíneas, pero solo deja descendencia en maíz”.
El especialista de DEKALB sostiene que una de las razones del fuerte crecimiento de la enfermedad es que en “los últimos 6 años se duplicó el área de maíz en el norte y, en ese contexto, se sembraron muchos híbridos con poca tolerancia”.
Fue así que muchos productores padecieron el problema. En concreto, luego de que el patógeno entrara en la planta (en los primeros estadíos vegetativos) se observó en estadíos reproductivos cómo la planta presentó cambios de coloración, se frenó su desarrollo (se “achaparró”), la aparición de muchas espigas (de tres hasta siete) y, posteriormente, la muerte prematura.
Pero lo bueno es que hay soluciones para este problema. “En el portfolio de DEKALB tenemos híbridos de excelente tolerancia, lo que nos pone en una posición frente a la enfermedad que no tiene ninguna otra empresa en el mercado”, dice Oleszczuk.

“Un híbrido susceptible o baja tolerancia, sembrado en una zona de alta presión de la enfermedad, puede llegar a rendir 30 qq/ha en lugar de los 100 qq/ha potenciales. Económicamente, eso elimina al maíz de cualquier planteo de siembra”, analiza el especialista.
Pero agrega que “en el mismo contexto los híbridos tolerantes de DEKALB solo reducirían su rendimiento hasta un máximo de 25%, permitiendo la siembra del cultivo en la zona de alta incidencia de la enfermedad. La diferencia es muy clara.
Además de sembrar híbridos tolerantes, hay otras medidas que ayudan a controlar la enfermedad.
- Controlar el maíz “guacho” entre agosto y diciembre, “con el objetivo de que las chicharritas no se multipliquen en él y se registren altas poblaciones al iniciar la siembra, lo que sucede en la zona entre fines de diciembre y principios de enero”.
- Concentrar la fecha de siembra lo máximo posible. “No es lo mismo sembrar del 30 de diciembre al 10 de enero que desde el 12 de diciembre hasta el 20 de febrero, como ocurrió en la campaña que está terminando, porque eso aumenta las probabilidades de que se expanda la enfermedad”.
- Hay oportunidad de investigar en los tratamientos de semillas. “El control químico del vector en etapas tempranas puede ayudar”, agrega Oleszczuk.
De todas formas, el experto es claro cuando dice que estas prácticas de manejo ayudan, pero que “la manera más eficaz de luchar contra la enfermedad es sembrar materiales con alta tolerancia como los que tiene DEKALB”.
